martes, 4 de marzo de 2008

Siguiendo tu huella

¿Cuál será el itinerario? ¿Subiendo por la cuesta de las mulas y luego un descenso en picada por el mirador sur? ¿Por el valle pedregoso y luego cruzando los rápidos de la margen norte?
-Que importancia tiene el recorrido- se dijo Ismael cubriéndose con el poncho desflecado.
El destino final era lo importante. Llegar al fogón y descansar sus huesos. Respirar el aroma de la alfalfa mojada por el rocío mañanero. Mirar y ser mirado. Cuidar y ser cuidado. Perderse en el horizonte con una mirada cómplice con la de los tordos y los cardenales salvajes. Caminar descalzo sobre las baldosas frescas de la cocina. Ver la felicidad en el rostro de su mujer y sus hijos. Ser nube y flotar el la inmensidad de la cadena montañosa que se distinguía a lo lejos. Ser uno más en la maravilla de la naturaleza que lo envolvía. Eso era mucho. Eso era todo.
¿Qué más le podría pedir a la vida? Solamente tiempo para poder disfrutar de aquello. Ismael era rico en sombras y soles. En senderos y quebradas había transitado su infancia y su juventud. Como adulto quería terminar sus días como soplo de tierra luego de la lluvia mansa de agosto.
Don Juan ya se lo había dicho, mucho tiempo atrás “…recorre el camino, y deja en cada curva que tu alma arroje semillas. Las plantas vendrán después que ya no estés allí. Los frutos serán para los que vengan siguiendo tu huella”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Diego. Me paso por tu blog y veo que demuestra tu interés por la literatura. Interesante este texto. Te seguiré.
Un saludo. De hombredebarro.