sábado, 23 de febrero de 2008

Espejo roto

Román, vio su imagen en el espejo.
Al mismo tiempo le produjo sorpresa, desconcierto y júbilo. Se dio cuenta que frente a si, había un desconocido; lo que le hizo verse desprotegido.
Igualmente, detectó cierto toque de fascinación y algo que lo subyugaba de aquella extraña imagen. Era un juego de luces y sombras, se le presentó como un tiovivo de espectros y figuras…más allá de su comprensión. Allí vio a su madre y una sonrisa pasional; su padre y su bigote – un bigote que flotaba, sin cuerpo, por sobre sus labios. Había alguien más. Trata de recordar. Una figura prominente, autoritaria, muy fuerte. Una forma humana efectivamente ausente.
Román, no recordó caricias o afectos. Tampoco besos o abrazos. Sintió frío, soledad y abandono.
Román, fugazmente se interpretó imagen. Se vio imagen, y así como por una chispa cósmica, observó su espantoso vacío, iluminado.
Había terminado el horario de visitas.
Nuevamente la soledad. EL dolor. El mundo atrapado en un destello siniestro.
Román atrapado en su propia fragmentación. Espejo roto. Nadie. Solo fantasmas.
Román, era un misterio. Su vida un código. Su mirada perdida, un silencio que venía acumulando palabra tras palabra desde el origen de su ser.
Ser, que no fue.

2 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Qué triste. Tengo una manía con las historias de espejos. Ésta me dejó un sabor agrio.

Un abrazo, Diego.

:)

Enrique Páez dijo...

Diego, despejando infancias de sombras desde diván. Muy bien.
Abrazos