Cuando levantó la vista, el perro no estaba, pero sus ladridos seguían presentes. Eran como una deformación en el viento de unas palabras lejanas. Guau, guau, guau.r, gua..rd, gua..rd.a.
Si, seguro, se dijo en voz baja, como autoconversando con él mismo, guarda…eso era, “guarda”.
Guarda, guardar, cuidarse, fiesta de guardar, precaución, estate atento, mira por donde caminas, cuida tus espaldas, no seas tan confiado.
¿Qué más había dicho el perro aquel que ya no estaba presente?
¿Qué encerraban esos ladridos deformados por el viento?
A poco de andar un golpe seco en su nuca lo hizo caer.
La vecina del kiosco dijo que la ambulancia tardó 30 minutos.
Ya estaba sin vida.
El viento seguía trayendo palabras lejanas. El ya no estaba para traducirlas.
jueves, 3 de julio de 2008
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8 comentarios:
Seguramente es eso. Nos pasamos media vida traduciendo palabras, imágenes y gestos que nos dirán mil cosas que no nos servirán para nada. Y al final siempre llega el final (esto último creo haberlo oído en alguna canción que seguramente me gustó pero ahora no recuerdo, y lo advierto para “dar al Cesar lo que es del Cesar”)
y llega así la muerte, de impoviso, sin avisar, mientras desciframos mensajes que nunca llegaremos a oir de verdad
bicos,
Aldabra
Que triste final. Y quizás no supo nunca el verdadero significado...
Un abrazo.
nunca aprendemos a escuchar detras de las palabras, alli verdaderamente esta el mensaje... y entonces nos engañan, nos embaucan, y cuando nos damos cuenta, a veces ya es demasiado tarde.
abrazos
El perro parecía avisarle, pero se acabaron las dudas, ya no necesitará esforzarse en traducir.
Desde Argentina me llegó tu afecto, y vuelvo, poco a poco, a resurgir.
Muchas gracias y un fuerte abrazo.
Muchísimas gracias por estar ahí.
Ya estoy de vuelta. Ahora más que nunca.
Gracias. De corazón.
pd: hermoso poema
leyendo, nuevamente.
Gracias a todos por su paso por el blog y los comentarios que indican una mirada atenta a la historia.
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