sábado, 26 de abril de 2008

Nuestros sueños

El Nano cantaba… “A tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al camino”.
Un reflejo rojizo nos alcanzó. En una fracción de segundo, Alegría pegó un grito seco y cortante como una cimitarra y un volantazo inútil. La 4x4, perdió el control y sin haber podido pestañar, ya estábamos en el fondo del cañadón.
El CD, seguía sonando…” si un día para mi mal viene a buscarme la parca, empujad al mar mi barca con un levante otoñal y dejad que el temporal desguace sus alas blancas”.
Habíamos recorrido cientos de metros desde el camino principal, al cauce del Río Sacudón; aquella espuma blanca, seguro que no venía del mar.
La voz del Nano, se entrecortaba, y lo último que pude escuchar fue…” a mí enterradme sin duelo entre la playa y el cielo”. No pudo ser. Nunca sabremos si le dimos verde a los pinos y amarillo a la genista.
La batería de la camioneta se agotó y el Nano dejó de cantarnos, para resguardar nuestros sueños.

viernes, 18 de abril de 2008

Mea culpa

-¡Que grave error he cometido!-, repetía, mientras se embriagaba, la noche del octavo día.

sábado, 12 de abril de 2008

Confianza

Isabel, había tomado la decisión de terminar con su vida. Había sacado del viejo armario el revolver de su padre, ex-policía, ya fallecido.
Todo, según ella le había salido mal en su vida: una infancia de violencia familiar y abusos de su padre y de su primo. Su madre, un día desapareció de la casa y nunca mas se supo de ella. La escuela primaria, un calvario de oscuros rincones y castigos corporales, por parte de las monjas. De la adolescencia le quedaba un lindo beso robado en un baile de alguien que nunca más vio.
Todo, siempre mal.
Su primer marido se fue con su mejor amiga. El segundo, resulto gay y se fue con su primo, el que la había violado de chica. Calamitoso,se repitió varias veces y no esperó más. Cargó el revolver con las viejas balas mientras se miraba al espejo. Se dio lástima. Colocó el cañón sobre su sien derecha y apretó el gatillo.
Todo según lo programado. Mientras se desvanecía su conciencia, se dijo..."al fin, una bien".

lunes, 7 de abril de 2008

Penando

Desde que su madre le había dicho…”yo nunca te quise”, Francisco ha venido robando amores por ahí. Nunca se preocupó por lo que podía pasarle al otro.
Hoy, que le han regalado un amor, no supo que hacer con él y se murió de angustia.

miércoles, 2 de abril de 2008

Un día perfecto

Era un día perfecto. Había conocido a Tamara. Una cola para pagar impuestos, las demoras de rigor y una charla que amplió los horizontes. Quedaron en comunicarse al terminar la tarde para encontrarse a tomar algo. Mario llegó, después de las 18, al edificio donde vivía. Ansioso, ya quería llamarla…pero se dijo, es temprano. Hay tiempo. Abrió la ventana corrediza de su balcón corrido en el piso 14 con vista al río. ¿Qué vista maravillosa? No muy lejos el río, algunos veleros y en el horizonte, dónde se refrescaba la tarde al apagarse el sol, la costa Uruguaya. Fue a la cocina, cargó una jarra con agua y empezó a regar las plantas del balcón. La brisa lo embriagaba, lo envolvía, le silbaba canciones de Sabina y de Serrano. Seguramente en pocos minutos llamaría Tamara. En el balcón se entretuvo prolijando las tiras de la enredadera que cubría la pared lateral. Los últimos rayos de sol pegaban en el vidrio de la ventana y hacían reflejo sobre su cara, se subió a la silla, luego de sacarse los zapatos.Le pareció ver luces ondulantes a su alrededor. Se inclinó sobre el respaldo, la silla se ladeó. La protección del balcón hizo un ruido seco. Después fue todo vértigo. Sonó el teléfono de línea. El ya se sostenía precariamente de parte del barandal. Otros ruidos secos. Unos tornillos que se desprendieron de la pared. El teléfono que volvía a sonar. Su cuerpo cayendo desde su balcón. Un grito desesperado. Su corazón latía fuera de su pecho y a punto de explotar.
Cuando en esa caída libre pasó por el tercer piso del edificio, sonó el celular que tenía en el estuche unido a su cinturón.
Su último pensamiento, fue para ella.
En el horizonte, moría la tarde, sin saber nada de la suya.